Los italianos, salvo en el segundo cuarto, marcaron el camino jugando a un ritmo y nivel de ejecución al que los argentinos no están acostumbrados. Fin del sueño.
El ser humano es un animal de costumbres, y cuando se ve de golpe en un hábitat que no es el común, necesita un tiempo para adaptarse. A veces lo logra, a veces no. San Lorenzo empezó el partido contra la Virtus Bologna (sin Teodosic, resguardado), dándose cuenta desde el segundo uno que estaba en otro lugar, muy distinto al que transita habitualmente, ya sea con la Liga o con la Champions.
Ese acomodamiento le costó mucho. Bologna, que juega estos partidos dos veces por semana, hizo su trabajo de siempre: intensidad defensiva permanente, pases, juego ordenado y aprovechamiento de las ventajas. Ojo, San Lorenzo se comió 3 triples muy rápido que le dieron una diferencia de 9 a los italianos (5-14, parcial de 0-12), pero en líneas generales no defendió mal. El tema era la categoría para la ejecución de su rival y sus enormes problemas para atacar a un equipo que le oponía algo a lo que no estaba acostumbrado.
García rotó rápido, vio que necesitaba meter por momentos un juego más atlético y de presión al balón y fue observando con rapidez por dónde pasaba la historia, y de a pocos, como cualquier persona, los jugadores se fueron dando cuenta que podían empezar a sentirse más cómodos. Ya sabían qué hacía el rival, comenzaron a confiar más también en lo que podían hacer ellos y se aclimataron.
Cuando eso ocurrió, llegó lo esperado: la reacción. Con Tucker queriendo demostrar que es un jugador para el mercado europeo (15 puntos de los 26 de su equipo en la primera mitad) y defendiendo todavía mejor que al principio, San Lorenzo clavó un parcial de 14-2 para descontar los 13 de desventaja del primer cuarto y ponerse a 1, en un partido pijotero en puntos pero de buen nivel individual. La Virtus se llevó el segundo cuarto 31-27, pero ya era otra historia y había partido.
El tercer cuarto puso las cosas de nuevo como el primero. Tucker no pudo desequilibrar nunca, ajustado, Virtus estuvo más atento atrás y San Lorenzo volvió a mostrar serios problemas para jugar al ritmo que este nivel exige. Sus dos líderes, Aguirre y Mata, casi nunca pudieron meterse de lleno en el partido y el resto dio cosas por cuentagotas: algo de González, algo de Vildoza, algo de Fjellerup, pero casi nada de de Piñero, Batista, Williams, Geramipoor,… En la Argentina, con el 50%, muchas veces le sobra y eso hace que no den su mejor versión, porque uno cree que está haciendo todo bien. En una Intercontinental, las falencias quedan muy expuestas.
El Che improvisó varias alternativas para ver si cambiaba el rumbo, incluso con un cinco petisos (Aguirre, Vildoza, González, Mata, Piñero), pero no hubo manera. Como el año pasado, la enorme diferencia de intensidad y ritmo de los equipos buenos europeos (AEK antes, Virtus ahora), dejó en claro lo lejos que está Latinoamérica del alto nivel internacional. Fue victoria de los italianos 75-57, con 16 puntos de Hunter, pero protagonismo muy bien repartido. Tucker, con 16, fue el mejorcito en San Lorenzo. Marcos Delía, el argentino de Bologna, apenas jugó 3m24s, en los que falló 2 libres. El domingo, Virtus se enfrentará por el título contra el ganador de Iberostar Tenerife-Río Grande Valley desde las 16hs de Argentina, mientras que San Lorenzo irá contra el perdedor por el 3º puesto a las 13.30.
Fuente: Básquet Plus.