Hoy se cumplen 25 años del mayor logro del básquetbol misionero: la consagración de Luz y Fuerza en el Torneo Nacional de Ascenso y el pasaporte a la Liga Nacional. Fue una noche mágica en el club Tokio -transformado en una caldera-, donde el local dejó sin nada a Mendoza de Regatas en un quinto juego final de película. El recuerdo.
Jueves 15 de junio de 1995. No era una noche más en el club Tokio de Posadas. El estadio era una caldera, no entraba un alfiler, incluso mucha gente quedó afuera. La adrenalina y la pasión eran el fiel reflejo de la representación que había logrado – fundamentalmente en los últimos partidos- el local, Luz y Fuerza. La convocatoria multitudinaria lo ameritaba: los anfitriones, dirigidos Rubén Magnano (nueve años después campeón olímpico), recibían en el quinto partido de la serie final (2-2) del Torneo Nacional de Ascenso a Mendoza de Regatas.
En los duelos previos de la llave – al mejor de cinco juegos-, el “eléctrico” había ganado el primero (77-69) y perdido el segundo (89-96) en la capital provincial. Ya en el sur del país, el “remero” pasó adelante tras imponerse ante su gente (106-97), aunque después resignó un partido fundamental en lo psicológico ante los misioneros (69-72). “El grupo humano que armamos era espectacular. Siempre nos mantuvimos unidos, más en las malas, y eso se vio en Mendoza. Fue clave en lo mental ganar ese partido porque estábamos muy confiados en la preparación que teníamos. Con ese triunfo llegamos a Posadas para definirlo en casa”, recordó el capitán de ese equipo de Luz y Fuerza, Miguel Zandomeni.
Y agregó: “Toda la previa a la gran final fue con mucha adrenalina. No podíamos caminar por la calle porque la gente nos hablaba del partido y uno ya comenzaba a olfatear que se respiraba básquet por todos lados, algo que no había sucedido a lo largo de la temporada. No habíamos tenido esa identificación con el público, tal es así que el promedio de gente durante el torneo era de 800 personas aproximadamente. Ganar el cuarto partido de visitante fue una explosión de algarabía en toda la provincia. Hubo mucha pasión. El básquet había pegado”.
En el templo “japonés”, la casa adoptada por el equipo “verde” y que necesitó de tribunas portátiles que fueron armadas ese mismo día, estaban los dos mejores de la temporada. El último juego no estuvo lejos de esa paridad mostrada en cada uno de los mano a mano de la definición. En ese sentido Zandomeni contó que “fue muy parejo. En lo personal, tanto en el cuarto como en el quinto partido, dejé la parte ofensiva individual para defenderlo al “Caco” Colla (casi 23 puntos de promedio por partido en la temporada), entonces me ocupé en tratar de frenarlo. Hasta el tercer juego yo lo defendía a Marcos Nobile pero pedí para ocuparme del otro alero goleador”.
Fue un ida y vuelta típico de una final cargada de dramatismo y con varios jugadores talentosos que le daban otro tinte a la definición. “Ellos habían hecho un gran scouting sobre nuestra figura, el extranjero Donald Jones. Stanley Easterling lo controló bien. Donald es zurdo y le habían anulado la izquierda, entonces tuvo que adaptarse a eso. Él era nuestro estandarte debajo del aro, nuestro goleador, y todas las pelotas primero pasaban por él. Ellos hicieron un buen trabajo en ese sentido”, reconoció el tirador.
El trámite estuvo cargado de nerviosismo. Y el desenlace no fue la excepción. A falta de 10 segundos, Regatas empató el partido desde la línea de libres (81-81). Fernando Rodríguez tomó el balón, tras la salida debajo del tablero, recorrió en velocidad todo el rectángulo y, con varias zancadas, ingresó a la pintura con una bandeja que culminó con la pelota coqueteando en el aro. El primer rebote lo tomó Pablo Hoya que tampoco pudo convertir, mientras que en el segundo rebote, para sorpresa de todos, apareció el base Fernando “Nano” Posetto que, con 4 segundos por jugar, metió un cachetazo en el aire que sirvió para que el balón ingrese y desate el delirio del público local. Luego hubo un intento apresurado de la visita que fue en vano. El tablero final marcó el 83 a 81. Fiesta, locura y emoción. Luz y Fuerza entraba a la máxima categoría a nivel país por primera vez en su historia.
“Uno nunca se va a olvidar de eso. Ganar un torneo es lo más hermoso que te puede pasar en la vida. A mí me sucedió una sola vez y fue con Luz y Fuerza. Es imborrable”, resaltó el “Gringo”.
“No fue un equipo más para mí, marcó algo muy importante en mi vida a nivel deportivo. Por varios motivos, desde el primer momento que llegué en la temporada 93-94 me sentí muy cómodo en la ciudad y con el cariño de la gente. A mí me iba bien por suerte y se dio mi renovación del contrato para la temporada que culminamos con el ascenso”, señaló.
Uno de los artífices del campeonato fue sin lugar a dudas, Rubén Magnano, quien había dirigido anteriormente a Atenas de Córdoba, siendo campeón sudamericano. El coach cordobés se encontraba como ayudante en el seleccionado argentino en pleno Mundial de Canadá, donde se enteró de la decisión –increíble- del conjunto “griego”, cerrando así, casi de casualidad, su llegada a la tierra colorada. “La preparación con Rubén (Magnano) fue muy buena. El armado del equipo fue muy inteligente porque se mantuvo la base del equipo anterior, reforzado en puestos importantes. Gustavo Monella, Fernando Rodríguez y yo seguimos del torneo pasado. Y completaron el plantel con Pablo Hoya, Fernando Posetto, Lauro Mercado, Matías Tomatis y Donad Jones como americano. Los juveniles eran José Luis Ayala y Matías Caramuto”, analizó el entrerriano.
Cabe destacar que durante la fase regular, Luz y Fuerza había ganado 34 partidos de los 39 disputados (23 como local y 11 como visitante), récord que lo ubicó en la primera colocación del TNA 1 y que le permitió tener ventaja de localía en play off. En cuartos de final dejó en el camino a Libertad de Sunchales (3-0) y en semis a Obras Sanitarias (3-10). “Los dos equipos que marcamos una diferencia esa temporada fueron Regatas y nosotros. Los dos estábamos bien reforzados, los demás planteles no tenían tanto respaldo económico y eso se notó. El otro que estaba bien era Obras, que también era candidato”, detalló.
Lo que vino después ya es conocido. Problemas económicos en la institución hicieron que su incursión en la Liga Nacional durara solo una temporada, en la cual dejó su huella peleando por momentos arriba en el campeonato (terminó en la novena posición). El sueño se había terminado. Transcurrió en un abrir y cerrar de ojos. La plaza fue vendida (posteriormente la compraría Estudiantes de Olavarría) y las ilusiones de toda una provincia quedaron en la nada misma. Lamentable…
Aun así hoy, a 25 años de aquel hito del ascenso, queríamos homenajear a aquel equipo que encendió la llama “naranja” en Misiones y que se ganó el respeto de todos. GRACIAS.
Fotos: El Territorio.