“Un día en mi casa sonó el teléfono y lo atendió mi papá. El que llamaba era León Najnudel. Quería verme jugar porque tenía ganas de llevarme a jugar a Racing. Mi viejo le dijo que yo jugaba en Unión de Santo Tomé. Me acuerdo que el partido empezaba a eso de las 5. Unos 15 minutos antes llegó León. Como nadie lo reconoció tuvo que pagar su entrada como un espectador más. Vio el calentamiento y a los 5 minutos de empezado el juego, se levantó y se fue. Mi viejo salió corriendo a buscarlo. No sabía que decirle. “si no le gustó puede volver otro día”, le tiró para retenerlo. Y León le contestó: “Ya vi todo. Póngalo en forma que me lo llevo para Buenos Aires”. De esta forma, más o menos, relata Andrés Nocioni su llegada a Racing. La anécdota pinta de cuerpo entero a León Najnudel: Sabio, valiente, inteligente y emprendedor. Estos son sólo algunos de los adjetivos que caben dentro de una de las figuras más importantes del básquet argentino y del deporte nacional. Un día como hoy pero hace 12 años, el mentor principal de la Liga Nacional de Basquetbol dejaba de existir físicamente producto de una leucemia fulminante que, seguramente, se lo llevó antes de tiempo.
Es difícil imaginar que hubiese sido del básquet argentino si este personaje, oriundo de Villa Crespo, no se hubiese pasado horas y horas sentado en una de las mesas del cafetín El Dandy (queda a pocas cuadras de la que fue su casa) diagramando, pensado y soñando con la Liga Nacional. Como pensar en un Emanuel Ginóbili eligiendo cual de sus tres anillos de NBA lustra primero o en un Luís Scola siendo la imagen publicitaria de los Houston Rockets si León no se hubiese empecinado en crear un torneo federal para el básquet local. Imposible.
Para aquellos que no tienen en claro los logros de Najnudel, es bueno recordar que fue bi-capeón sudamericano con su queridísimo Ferro en los años 1982 y 83. En ese último año abrió las puertas de la, por ese entonces inaccesible, Europa cuando dirigió al Zaragoza con el cual ganó la Copa del Rey. En 1989 fue campeón de la Liga Nacional con Ferro. Todos estos acontecimientos serían argumento suficiente para que un entrenador quede en la historia. Pero, claro, León es recordado por su creación fundamental, esa que gestó fuera de la cancha. Aunque el siempre se encargó de remarcar que “no es un invento mío. Yo sólo copie lo que ya se hacía en los países europeos”.
León fue un eterno luchador. Durante su vida peleó y bastante. La implementación de la Liga tuvo sus detractores y quienes se resistían. Viajó por todo el país contado y enseñando su proyecto. El Ruso (así lo llamaban sus amigos) no dio el brazo a torcer y se impuso a aquellos que no estaban de acuerdo con un torneo que necesitara de un apoyo económico tan grande. Pero él se plantó y les mostró diferente formas de producir ingresos. “Nadie va a pagar una entrada para ver la pelea de Casius Clay contra mí. Ahora si ponemos dos buenos boxeadores frente a frente al público le va a interesa” solía repetir. Un visionario.
Tenía una obsesión con el básquet. Vivía para el básquet. Cuando veía un chico alto en cualquier lugar, se le acercaba y le preguntaba la edad. Era un convencido de que era un deporte para gente alta. Fue el descubridor, entre otros, del gigante Jorge González (por ese entonces medía 2.30). Un día, cuando era entrenador de divisiones inferiores, se le acercó una madre a reprocharle por que su hijo (era petiso) no jugaba y León le retrucó: “señora, que culpa tengo yo de que Naismith haya puesto el aro a más de 3 metros”.
En noviembre de 1996 los doctores le diagnosticaron Leucemia. Peleó durante dos años contra esta maldita enfermedad. No se quería morir. En una entrevista con la televisión, meses antes de su fallecimiento, decía “Quiero seguir estando. No me quiero ir ya. Algún día me van a llevar pero me van a tener que boxear para llevarme. Y no es pedantería. Son ganas de vivir.”. Y así fue, por que la luchó hasta el final. Es verdad, León murió un 22 de abril de 1998. Pero no perdió la pelea. Porque no se fue. Porque León Está. Aquel fatídico día, en una camilla del Hospital Británico, sólo nos abandonó físicamente. Porque su espíritu permanecerá siempre junto al básquetbol argentino.
Maestro, gracias por haber existido.
Martín Candalaft
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