Un 14 de julio de 1941 nació León Najnudel. Vivió adelantado. Es uno de los personajes más importantes en la historia de la Liga Nacional.
Un 14 de julio de 1941 nacía León Najnudel, uno de los creadores e impulsores de la Liga Nacional de Básquet. Con pasión, visión e inteligencia consiguió unir a todas las competencias del país, teniendo como objetivo principal lograr un básquet federal y nacional al alcance de todos.
Con León Najnudel en el centro de la cancha de Obras Sanitarias, junto a los jugadores Steve Stanford (San Lorenzo) y Leonard Goggins (Argentino de Firmat), tuvo lugar el salto que protagonizó Najnudel. El reloj marcaba las 22 horas y el estadio estaba colmado por cientos de fanáticos de todo el país que quisieron ser testigos, en primera persona, del hecho histórico.
Pero la llegada a este suceso no fue fácil y el proceso, como casi siempre, estuvo lleno de dificultades, de dudas y de detractores. León fue uno de los entrenadores (y dirigentes) que pensó al básquet de otra manera, con una forma en la que los equipos de todo el país (en esa época dispersos e incomunicados entre regiones) pudieran unirse para competir con los mejores.
Por un lado, la Asociación Metropolitana de Buenos Aires y todo el entorno de la Capital Federal y sus alrededores estaban en contra de competir con equipos de otras regiones. En 1985, en Avellaneda, se jugó un partido de la Primera Nacional B (lo que sería la Liga Argentina actualmente) donde se enfrentaron el local Independiente y su homónimo de Neuquén.
Los neuquinos, que supuestamente eran más débiles, estaban venciendo abultadamente a los locales en lo que era una pequeña muestra de la Liga Nacional que se venía, donde todos tenían las mismas oportunidades.
Por el otro, el gran impulso de su batalla en este asunto se produjo a partir del regreso de España de otro entrenador: José María Félix Yoyo Caballero, a quien, durante mucho tiempo, León cobijó en tierras porteñas. Yoyo había dirigido la temporada 1969/70 al Mataró Molfort´s, con el que terminó en el octavo puesto entre doce equipos, lo que le permitió ver, en carne propia, esta realidad competitiva con dimensión nacional.
Durante el Campeonato Mundial de Básquetbol que se realizó en Brasil en 1963, ambos entrenadores se encontraron y comenzaron a hablar y a predicar de que se debía establecer una Liga Nacional en la Argentina. Al comienzo, todo quedó en charlas de café y comunicaciones superficiales. Luego, como un bebe en la panza de su madre, le dieron el toque y la organización formal para que la Liga comenzara a gestarse y a tomar forma.
Fueron cuatro viernes dedicados a los cuatro deportes base del país: El boxeo, el automovilismo, el básquet y futbol (en ese orden). ¿Es la Liga Nacional la solución de nuestro básquetbol? Era el lema mediante el cual se realizó la charla que tuvo mucha repercusión y fue, más precisamente, la más concurrida y la que más duró de las cuatro.
Los protagonistas tuvieron que explicar con mucha redundancia el por qué era necesaria y cómo era la Liga Nacional. También hubo mucha resistencia, historias que se distorsionaron y situaciones ingratas en muchas canchas. “Mucha gente veía peligrar su situación con el establecimiento de esta nueva idea que buscaba democratizar el manejo del básquet brindándoles participación a todos los estamentos”, afirmaba León.
Recorriendo el país, financiándose por sus propios medios y sin mucha ayuda, León fue llevando la idea de la Liga. Con la pasión y la energía que tanto lo caracterizaban, él buscó ser la persona que acercara a todos. “Tenía el aval de toda la gente del interior del país. No toda en realidad. Pero tener una voz en Capital que era respetada y defendiera sus intereses era muy valorable para ellos”, comentó Adrián Paenza, uno de sus grandes amigos que le dejó la pelota naranja.
En la época de los setenta, en la Argentina, el país se encontraba en medio de una dictadura y el poder decir sin estribos lo que muchos callaban era una de las cosas que más se le reconocía a Najnudel, ya que muchas veces esto podía atentar contra su vida o la de cualquiera. Era una persona que no reconocía grises y que veía la vida, como el básquet, blanca o negra sin matices.
Como entrenador, una de sus variadas facetas, dirigió a la Selección Nacional en 1985, y fue el primer entrenador argentino en triunfar en Europa, ganando la Copa del Rey con el Zaragoza en España. En Argentina, fue campeón de la Liga en 1989 con Ferrocarril Oeste, su club de toda la vida. También fue el que decidió reclutar a Andrés Nocioni, una leyenda del básquet argentino.
Inquieto, impaciente, rebelde, arrasador, insistente, brillante, testarudo, tenaz y ansioso son las cualidades que destacan aquellos que lo conocen. Un entrenador reconocido en el mundo entero, más por su personalidad que por sus títulos. Una persona que ante todo ponía al jugador y al club, que vivía por y para el básquet. “Era un tipo que volvía del futuro y nos contaba qué había que hacer para llegar hasta allí”, destacó Paenza alguna vez.
Como la antorcha de los Juegos Olímpicos, pasando de generación en generación por los siglos de los siglos, el pensamiento y el legado de León se mantienen presentes en todos los jugadores de Argentina. Sus huellas están en el juego de pies de Luis Scola, en las penetraciones lujosas de Facundo Campazzo, en el Eurostep de Manu Ginóbili y en todos los juegos de la Liga Nacional. Se siente, se ve y se recuerda. Se escucha, se respeta y se aprende. León, siempre en nuestro corazón.
Fuente: Basquet Plus