Seleccionado por los Knicks, pero traspasado de inmediato a Minnesota, el cordobés no deja de evolucionar. Su notable historia de superación.
Zapatillas que no frenan en el parquet, ropa ajustada y mirada desfachatada. Es alto, pero muy flaco. Su sonrisa le permite brillar y sus infinitas piernas despegar. En la pista de atletismo puede bailar y lo hace casi sin sudar. Nadie imaginaría que unos años después muchas franquicias de la NBA preguntarían por su nombre y unas cuantas menos estarían cerca de elegirlo.
Sus padres le pusieron Leandro y Bolmaro es su apellido. Nacido el 11 de septiembre del 2000 en el pueblo que hizo famoso Fabricio Oberto, Las Varillas, y que ahora lo mantiene en foco el escolta, sus tiempos se dividieron como el mar Muerto tras el accionar de Moisés. Por un lado, el atletismo y por otro el básquet, no había lugar para un tercer amor, su corazón estaba partido en dos.
Osvaldo, su papá, era un entrenador de minibásquet y su hermana, Camila, una medallista nacional en sus tiempos juveniles. Dos vertientes, dos opciones. Leandro no tuvo otra chance, tenía que salir deportista. Practicó ambas disciplinas hasta donde pudo y a los 16, cuando su cuerpo se plantó, tuvo que tomar una decisión.
Un mes después decidió irse por la giratoria y disputó con El Ceibo su primera experiencia medianamente profesional, jugando la Liga Cordobesa de Mayores a préstamo proveniente de Almafuerte. Esa celeridad que lo caracterizaba en la pista de atletismo lo siguió en la cancha y rápidamente demostró sus cualidades para luego dar el salto a Bahía Basket.
“La primera vez que lo vi en Bahía cuando vino me di vuelta y lo primero que le dije a sus entrenadores fue: ‘Muchachos, no hagan nada, no toquen nada’. Dio un pase al poste bajo y con la pelota en el aire ya estaba cortando, se la dieron de pique y no sé si terminó en bandeja o volcada. Tenía 16 años y pensaba que si ya hacía eso solo… Muchas veces se sobre hace, pero yo pensaba que no había que hacer nada, había que dejarlo”, confesó Pepe Sánchez en una entrevista con la sección argentina de la NBA, alegando lo que sintió cuando miró a ese cefalópodo con más pinta de corredor que de jugador.
En esa 2017/18 debutó en Bahía Basket con 17 años y en 25 partidos con la celeste promedió 1.8 puntos y 0.6 rebotes que no demostraron siquiera una fracción de lo que podía hacer. No obstante, todos los especialistas sabían lo que tenía el lungo entre manos y esto se materializó cuando el Barcelona tocó la puerta.
Rápido siempre y sin esperar por nadie se fue con sus valijas a España y su aventura fue creciente. Primero en el Barcelona B, donde promedió 10.3 puntos, y luego en el primer equipo con Pesic, teniendo minutos controlados. A los 18 ya había debutado en la Euroliga y en la acb y aquellos que alguna vez dudaron estaban silenciados y un tanto atónitos.
Las Varillas estaba otra vez en el primer plano. Luego esta campaña llegó el gran Sarunas Jasikevicius y afirmó: “Voy a intentar ayudar mucho a Bolmaro”. Ya presentado en el Draft del 2020, el guardia no retiró su nombre cuando venció el plazo y siguió fogueándose bajo las alas del lituano, elevando su media anotadora a 3.1 puntos.
Esta noche finalmente aquel atleta de ropa apretada y zapatillas coloridas cumplió su sueño, disipando su propia duda de los dos deportes con el corazón dividido. Imposible no agradecerle al destino de su consejo divino. La naranja lo cautivó y él la deseó. Argentina es Leandro y Leandro es Argentina. La NBA, otra vez, se viste de celeste y blanco, mientras el flaco cordobés se deleita con su esencia disruptiva y su gracia divina.
Fuente: Basquet Plus